Red de Compras Colectivas RCC

Las herramientas del amo nunca desmantelarán la casa del amo

Audre Lorde

Con Karakolas no sólo hemos diseñado una herramienta propia sino, más importante aún, estructuras de coordinación y toma de decisiones conjuntas: Redes asociativas que pueden crecer sostenidamente y sin afectar la autonomía de cada grupo integrante.

Pero no nos contentamos con asociarnos a escala local para abastecernos de alimentos. Queremos abastecernos de toda clase de productos y servicios básicos, de todo lo necesario para la vida, y a una escala suficiente como para que la producción esté determinada por el consumo y no al revés, como sucede bajo el capitalismo.

La Red de Compras Colectivas (RCC) es otra más de las herramientas que estamos ingeniando para desmantelar la casa del amo. Con la RCC, en la que están participando activamente La Canica y Faircoop, continuamos desarrollando la escala y el alcance de la organización autogestionada de nuestro consumo.

http://lacanica.org/

https://fair.coop/es/

Funcionamiento

imagen 2En el plano técnico, la RCC es una aplicación informática con un mecanismo muy parecido al de una aplicación de crowdfunding. Las personas y colectivos adscritas a la Red podrán realizar propuestas de compras colectivas de un producto a través de la RCC, fijando una cantidad mínima de unidades y un plazo de tiempo para alcanzarla. Si el total de los pedidos no llega a la cantidad mínima en el plazo previsto, la propuesta de compra se considerará rechazada y el dinero adelantado se retornará.

En el plano organizativo, la RCC sigue el modelo Karakolas. Una lista de correos sirve como medio de comunicación entre las personas y colectivos de la Red para realizar propuestas, solicitar apoyo, convocatorias, etc. La Asamblea de la Red es el único órgano de decisión y un grupo de trabajo desarrolla los acuerdos tomados por ésta.

Objetivos

Las compras colectivas tienen dos objetivos:

-El prioritario, crear “círculos virtuosos autogestionarios”. Se trata de desviar el consumo de todos los productos que podamos a proveedores que no exploten a trabajadores, que se organicen de forma asamblearia como nosotras y respeten nuestros criterios ecológicos. Esta demanda concentrada fortalece a los productores autogestionados, que son entonces capaces de mejorar su oferta a los consumidores autogestionados (ampliando la variedad, mejorando la calidad, ajustando precios, etc.) Y vuelta a empezar en ciclos cada vez más potentes. De esta manera nuestras compras estarían sirviendo directamente para fomentar la economía alternativa que perseguimos.

-El secundario, romper “círculos viciosos capitalistas”. Hay multitud de productos de uso cotidiano que todavía no podemos encontrar en la Autogestión y tenemos que comprar al capitalismo (pilas, bombillas, papel, menaje, etc.) Nuestra demanda desorganizada de estos productos potencia la lógica productivista capitalista que, regida por la máxima obtención de beneficio al menor costo posible, agrava la explotación laboral, el ecocidio (o destrucción de la naturaleza transformada en recurso mercantil), el control monopolístico de los precios, etc. Cada ciclo, cada rotación de stocks en las estanterías del supermercado, empeora la situación. Con la compra colectiva podemos romper estos círculos viciosos. ¿Cómo? Invirtiendo el beneficio de la compra en la ruina del vendedor.

Invirtiendo el beneficio de la compra en la ruina del vendedor: la RCC como herramienta de financiación revolucionaria

imagen 3En el mercado capitalista, toda compraventa es una negociación entre partes contrarias. Llamamos compra colectiva a la compra organizada en red con el objeto de conseguir mayor poder de negociación frente a las empresas capitalistas, la parte contraria. A mayor fuerza de compra, más poder de negociación.

El efecto inmediato de la compra colectiva es el abaratamiento del precio del producto. A las empresas capitalistas les suele salir rentable sacrificar márgenes de beneficio a cambio de volumen de venta. En otras palabras, con la compra colectiva aplicamos el mismo principio que cuando regateamos descuentos con el tendero por comprar tres unidades de un producto en lugar de uno, pero a lo bestia. Obviamente, una compra colectiva orientada sólo a la reducción de precios no hace más que alimentar el consumismo desaforado del que se nutre el capitalismo. De hecho, existen varias páginas de comercio online que obtienen cientos de millones de euros de beneficio anuales por el procedimiento de mercantilizar compras colectivas. Pero nuestra forma de salirnos de este círculo vicioso consumista es donar el beneficio obtenido en la compra colectiva a proyectos sin ánimo de lucro que tengan una intencionalidad revolucionaria. Es decir: invertir el beneficio de la compra en la destrucción del vendedor. Sólo por esto, merece la pena organizar la compra de los productos que compramos desorganizadamente en el Carrefour (bombillas, pilas, papel higiénico, etc.)

Pero hay más. A medio plazo, podremos conseguir mucho más que descuentos mediante la organización de nuestras compras. Podremos intervenir en los procesos de producción y distribución de nuestros proveedores capitalistas, por ejemplo, o en las condiciones laborales de su plantilla asalariada. La simple perspectiva de perder un cliente con un potencial de compra masivo puede obrar milagros en la “responsabilidad social corporativa” de las empresas. La fuerza de compra es el factor principal pero no el único. Hay otros factores que incrementan también nuestro poder de negociación. Un colectivo organizado de consumidoras siempre representa una amenaza mayor para la empresa capitalista porque dispone de más medios de defensa y ataque que la consumidora aislada (cajas de resistencia para sostener acciones jurídicas, impagos coordinados, campañas públicas de desprestigio, boicots, etc.)

Por último, a una escala suficiente, las compradoras organizadas seremos capaces de dar la espalda a las empresas capitalistas y hacer viables proyectos autogestionados que fabriquen bombillas, baterías, paneles solares, etc. Ese momento llegará cuando seamos capaces de financiar los medios de producción necesarios y garantizar la demanda.

En resumen:

– Como colectivo de consumidoras somos más fuertes que como consumidoras aisladas. La compra colectiva implica un mayor grado de organización de las consumidoras para generar un tejido asociativo que les dote de fuerza y autonomía para negociar con empresas capitalistas. No sólo para influir en los precios sino en la calidad de los productos y servicios, impacto ambiental, condiciones laborales de las trabajadoras asalariadas, etc.

– La compra colectiva sirve tanto para apoyar financieramente a colectivos sin ánimo de lucro y con fines transformadores como para garantizar la demanda de toda clase de productos de primera necesidad a productores autogestionados.

La RCC es una táctica del “consumo combativo”. Este término empieza a ser empleado a partir de 2012 por distintos colectivos autogestionados madrileños como Banda Ancha, el grupo de consumo del SOV o La Granada.

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Introducción al consumo combativo

Cada vez hay más personas para quienes comprar es como votar, una elección política. No está mal. La compra alevosa pone en primer plano una cuestión que aterroriza al Estado: el ejercicio de nuestra capacidad de decisión. Nos referimos a un ejercicio diario y real, no cuatrienal ni simbólico. Pero la imagen “comprar es votar” se queda demasiado estrecha desde una perspectiva autogestionaria. La compra es sólo la mitad de un tipo de intercambio de mercado muy concreto, la compraventa, el intercambio capitalista por excelencia. Y el voto es el simulacro de decisión característico de la democracia representativa parlamentaria, el régimen predilecto del capitalismo. En otras palabras, la compra no es más que la reducción capitalista del consumo, del mismo modo que el voto no es más que la reducción estatal de la acción política. La percepción de la compra como voto es sutilmente restrictiva, no induce a pensar en tipos de intercambio no mercantiles ni en procesos políticos que impliquen el libre ejercicio de nuestra capacidad de decisión sin intermediarios.

En contraposición a un llamado “consumo responsable” que sostiene que comprar es votar está apareciendo últimamente un consumo rebelde, amotinado, que defiende que comprar es luchar y que queda vívidamente definido por grupos como La Granada1:

El consumo combativo es una revolución a fuego lento, el arte de convertir el potaje de garbanzos en un atentado cotidiano contra toda autoridad.

El consumo combativo es una recuperación de nuestra responsabilidad indelegable de decidir sobre todo lo que nos afecta, una responsabilidad que no estamos dispuestos a transferir a ningún representante político, sindical o religioso.

La Granada es una fruta explosiva. Somos trabajadoras y trabajadoras en lucha contra el Estado y la empresa capitalista, no un club del gourmet o un eco-centro de salud nutricional. Nuestro objetivo es debilitar al Estado y a la empresa capitalista a través de la organización asamblearia del consumo y reforzar al mismo tiempo a los colectivos productivos autogestionados.

Lo que propone La Granada es llevar la guerra de guerrillas a un terreno muy incómodo para el Estado pero transitado cotidianamente por nosotras: la jungla del consumo. El Estado tiene muchos recursos para perseguir a una masa organizada que decida entrar en un Carrefour y arrasarlo pero apenas tiene recursos para perseguir a una masa organizada que decida arrasar un Carrefour por el procedimiento contrario, no entrando nunca en él, ignorándolo. Esta es una de las grandes ventajas del boicot, que puede hacer un daño enorme al capitalismo con una exposición mínima a la represión. Eso sí, nos referimos a un boicot “bien entendido”:

Una acción coordinada para no comprar en una empresa capitalista concreta no daña al capitalismo si nos vamos a comprar descoordinadamente a otras empresas capitalistas. El boicot, bien entendido, es una coordinación del consumo, es decir, la planificación de dónde no vamos a consumir tanto como la coordinación de dónde sí vamos a hacerlo2.

La simple orquestación de una “no compra” es un boicot a medias, inconcluso, quizá efectivo en campañas reivindicativas puntuales pero carente de profundidad revolucionaria. De aquí surge la idea de la “compra colectiva” como culminación de la “no compra colectiva”, un perfeccionamiento del boicot.

La compra colectiva como arma del consumo combativo puede llegar a hacerse en el mercado capitalista y compartir bastantes de los criterios del consumo responsable, como veremos enseguida, pero la intencionalidad subversiva lo trastoca todo3. El consumo responsable puede ser fácilmente recuperado por el sistema, convertirse en un eslogan de marquesina subvencionado por el Ministerio del Buen Rollo; entrar en el temario de Educación para la Ciudadanía; mercantilizarse como el bicarbonato de una clase media urbana con malas digestiones de conciencia o salir en portada del próximo suplemento dominical de El País. Pero el consumo combativo es ya irrecuperable, no tiene remedio. Cada acto de consumo –que no tiene por qué ser necesariamente una compra4– es doloso, tiene el punto de mira puesto en la transformación del sistema económico y político.

Recorrido de la RCC

La RCC quedó guardada en el cajón del colectivo Banda Ancha después de su disolución en 2012 y ha estado en el punto de mira de La Granada desde 2014, pero no se dieron las circunstancias para lanzarla hasta el año 2016. Para que la compra colectiva funcione se necesita un volumen de consumo que era impensable en aquel momento; tiempo militante para la gestión; una mínima infraestructura (herramientas informáticas y jurídicas adecuadas…), etc.

En estos dos años, del 2014 al 2016, las circunstancias cambiaron considerablemente. En este período se constituyen redes como La Canica, Karakolas y Faircoop que sí reúnen las características necesarias para impulsar un proyecto de compras colectivas viable:

1. Son redes revolucionarias. Quienes las integran persiguen la transformación de las relaciones capitalistas de propiedad, de producción, de reproducción, etc.

2. Son redes libre asociacionistas, con tendencia casi instintiva a multiplicarse en entramados asociativos más complejos.

3. Son redes con actividad económica, dedicadas a la coordinación del consumo, producción, distribución y cambio.

4. Son redes acostumbradas a construir y gestionar sus propias herramientas: aplicaciones informáticas, monedas, recursos jurídicos instrumentales, etc.

5. Son redes que aglutinan a bastantes personas y colectivos, es decir, con potencial de compra suficiente.

En julio de 2016, supimos que Faircoop estaba trabajando en un proyecto muy parecido a nivel europeo y decidimos unir esfuerzos. En ese punto el proceso se aceleró.

-Las compañeras de Faircoop han conseguido inscribir Freedom Coop, la primera SCE de la que tenemos noticia. Una SCE (Sociedad Cooperativa Europea) es una figura societaria tan rara que la propia Comunidad Europea tuvo que asignar una partida presupuestaria para darla a conocer, sin mucho éxito. Para constituir una SCE se necesita un capital social de 30.000€ y dos sociedades cooperativas radicadas en dos países distintos de la Unión Europea. Con la inscripción de Freedom Coop, se allanan bastantes de los obstáculos burocráticos a los que tendrá que enfrentarse un proyecto de compras colectivas internacional como el que plantemos.

-En el capítulo de “creación de círculos virtuosos”, hemos contactado ya con Viome, la fábrica okupada de productos de limpieza en Grecia, con cooperativas de café zapatistas y con ERT argentinas (Empresas Recuperadas por los Trabajadores).

-Se ha constituido una Red Logística con un primer punto de distribución en Madrid. Esta red conecta ya a productores y consumidores de Castilla y León, Euskal Herría, Levante y Madrid y lleva desde noviembre de 2016 repartiendo pedidos coordinados que se realizan usando la aplicación Karakolas.

-El software de compras colectivas de Faircoop, que está montado en un vps y tiene código python funcionando, se va a testar con una primera campaña de pedidos de productos de VIOMÉ en marzo de 2017. El siguiente paso será la integración con el software de Karakolas.

Puedes contactar con las compañeras del grupo de trabajo de la RCC en:

rcc@riseup.net

2 Fragmento de una propuesta de la D.A. (Debate Anarquista) a la COA (Coordinadora Obrera Anarquista). La D.A. es un colectivo de Madrid adherido a la COA que sintetiza planteamientos del anarcosindicalismo, de donde proviene, con planteamientos del consumo combativo. Por ejemplo, en la misma propuesta citada:

El capitalismo también nos explota a través del consumo, no sólo laboralmente. De hecho, la explotación a través del consumo es imprescindible para mantener a la clase trabajadora en un estado de perpetua dependencia del salario capitalista. Consecuentemente, no plantear batalla al capitalismo en el frente del consumo equivale a reforzar sus posiciones en el frente de la producción

https://adargainfo.com/coaweb/directorio

3 Incluso la iconografía. El carrito de la compra ya no es una urna rodante donde depositamos votos sino un tanque, como en el logo del proyecto Carro de Combate, que adopta además el lema “¡consumir es un acto político!”

http://www.carrodecombate.com/

4 Desde una perspectiva autogestionaria, la organización de la compra no sólo es un acto de desobediencia sino el inicio de la transición hacia otras formas de intercambio entre consumidoras y productoras. La transición se opera en distintos niveles. En Madrid, por ejemplo, La Canica ha pasado del intercambio de mercado capitalista al intercambio de mercado mutualista con moneda alternativa. El Nodo de Carabanchel ha dado un paso más adelante, dejando atrás los intercambios mercantiles y ensayando con éxito intercambios recíprocos desmercantilizados, basados en la colectivización de medios de producción. Otros experimentos comunitarios con la propiedad colectiva del producto del trabajo han saltado incluso a formas de intercambio comunistas libertarias, como la “toma del montón” en función de las necesidades de consumo.

http://nodocarabanchel.net/

2 respuestas a «Red de Compras Colectivas RCC»

  1. Una iniciativa muy interesante, se va llendo en el buen camino. Soy un integrante del nodo local de Faircoop en Madrid. SALUD!

  2. Vista mas atentamente la información de Viomé, me interesa un lote. Estoy en el nodo local de Faircoop en Madrid. SALUD!

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